‘Bitterbrush’: un documental sobre el campo en Idaho

Tom Robbins tuvo la idea correcta. Incluso las vaqueras se ponen tristes en el documental discreto pero extrañamente fascinante: “Bitterbrush”.

Sin embargo, también se ríen mucho, le hacen cosquillas en la barriga a un cachorro, domestican a una potra salvaje y contemplan algunos de los paisajes más magníficos que ofrece el oeste americano.

Hollyn y Colie son amigos que han estado montando juntos en el campo durante cinco o seis años (ninguno está seguro de cuál). Estos veinteañeros se ganan la vida arreando ganado. Es un trabajo de temporada, aproximadamente desde finales de primavera hasta principios de otoño. Es aislar también. Durante unos cuatro meses solo se tienen el uno al otro, aunque la prometida de Hollyn, Elijah, pasa de vez en cuando para verla y ayudarla.

La cineasta Emelie Mahdavian los alcanza durante una temporada en las montañas de Idaho. Su nuevo hogar temporal es una cabaña rústica polvorienta con una silla, un perchero y agua corriente. “Vivir a lo grande”, bromean.

Poco a poco los vamos conociendo. Una lleva las cenizas de su perro favorito (tienen como siete ayudándolas) en una lata de harina. La otra recuerda cómo la tristeza de los días de su madre con soporte vital se alivió un poco por el hecho de que, mientras se sentaba junto a su cama de hospital, “llegué a memorizar sus manos”.

El trabajo es constante. Además de acorralar el ganado, reparan alambradas, ayudan a una vaca enferma, desmontan a la yegua antes mencionada (es palomino, así que la llaman Marilyn, en honor a Marilyn Monroe), etc. metafísicamente” – es parte del trabajo.

Y a la mitad, algo sucede, el tipo de cambio de vida que sería la trama completa de un tipo diferente de película. Pero aquí, es solo otra parte de la vida, tratada de la misma manera práctica que manejan todo lo demás.

Abrumador casi todo es el telón de fondo de la película: la pura inmensidad del magnífico paisaje, la impresionante belleza del cielo salpicado de estrellas. No es de extrañar que estas vaqueras amen lo que hacen; no importa cuán difíciles se pongan las cosas; están viviendo en medio de una película de John Ford.

Sin embargo, Mahdavian no busca poesía aquí. Su imagen es tan sobria y básica como el trabajo de Hollyn y Colie. Probablemente ayude que te gusten los animales o los documentales o ambos. Aún así, hay belleza aquí. E integridad. Y una adormecedora sensación del orden natural de las cosas.

Excepto que, en este caso, el orden natural de las cosas incluye los teléfonos celulares. Estos dos se ganan la vida, no pretenden ser vaqueras en un rancho para turistas.

Jean-Luc Godard, con su habitual estilo jactancioso, criticó una vez a las películas estadounidenses por no mostrar nunca a la gente en el trabajo. “Bitterbrush” demuestra que está equivocado. Y lo hace de una manera sorprendentemente memorable.

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