Entre sirenas antiaéreas y estadios semivacíos, el fútbol sigue rodando en Ucrania. Y, en medio del ruido de la guerra, algunos jóvenes latinoamericanos han encontrado allí una puerta inesperada hacia su sueño europeo: jugar, crecer y seguir adelante cuando todo parece detenerse.
A la hora de armar las valijas y probar suerte en el “Viejo continente”, seguramente Ucrania no sea la primera opción de muchos. La liga de este país europeo, víctima de una brutal invasión por parte de Rusia desde hace más de tres años, llegó a verse vaciada de futbolistas extranjeros, pero hoy intenta ponerse de pie, convirtiéndose en una puerta más a la que acuden los jugadores latinos que buscan llegar al gran escenario del fútbol europeo.
Estos futbolistas llegan a Ucrania en medio de las noticias que todos leemos y escuchamos a diario: bombardeos, civiles muertos, falta de energía y, sobre todo, la amenaza permanente de que el conflicto pueda expandirse en medio de los fracasos en las negociaciones de paz.
Pero el fútbol, al menos hoy, parece entregar una realidad distinta. La Liga Premier de Ucrania está en juego. El Dynamo Kyiv y el Shakhtar Donetsk (que hace más de una década ya no juega en Donetsk por el conflicto con los rebeldes prorrusos) incluso están jugando la Conference League, la tercera competición de clubes de la UEFA, aunque, claro, juegan sus partidos internacionales fuera de Ucrania.
Pero, ¿cómo puede jugarse al fútbol en medio de un escenario de guerra ante una de las principales potencias militares del mundo? ¿Cómo pensar en un balón cuando caen misiles? ¿Cómo celebrar un gol cuando hay tanto que lamentar y muertos a los que enterrar?
Quizás el fútbol no necesite una explicación. Este deporte, que tiene el poder de ser ampliamente divisivo dada la rivalidad que genera entre dos bandos opuestos, se ha convertido en el alma unificadora de esta nación golpeada, pero orgullosa.
La gente acude a los estadios, con aforos limitadísimos, claro, siempre teniendo en cuenta los refugios antiaéreos que estén cerca. Los partidos se juegan de día, porque por la noche rige un muy estricto toque de queda. Pero, cuando el balón rueda, poco más parece importar. La guerra también ha transformado a las aficiones, que en cualquier lugar del mundo recibirían con hostilidad al cuadro visitante, pero que aquí ríen, celebran, lloran y aplauden juntos porque, al fin y al cabo, en el partido que más importa, todos defienden los mismos colores.
Esa sensación de “normalidad” empieza a verse reflejada en las plantillas de los clubes ucranianos, que cuentan con un total de 116 futbolistas extranjeros. Poco menos de la mitad, 48, son oriundos de América Latina. La mayoría de ellos son brasileños (34), pero también hay futbolistas de Venezuela (6), Bolivia (2), Ecuador (2), Argentina (1), Colombia (1), Panamá (1) y Costa Rica (1).


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